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La costumbre de gatear cobra una gran importancia en el desarrollo del cerebro del niño. El gateo desarrolla la visión, la tactilidad, el equilibrio, la propiocepción (sistema que informa al organismo de la posición de los músculos), el movimiento grueso (desplazamiento con el cuerpo) y el movimiento fino o manualidad, la orientación y discriminación espacial de fuentes de sonido y la futura capacidad de escritura en un solo ejercicio. Además integra los diferentes subsistemas del movimiento que componen otros muchos más complejos como caminar, correr, realizar deportes, etc. Por tanto, si el gateo evoluciona correctamente, se favorecen las conexiones cerebrales futuras, y de estas conexiones depende el correcto desarrollo de funciones cognitivas y de movimiento más complejas.
Actualmente los niños casi no gatean, la mayoría ni se arrastran ni gatean lo suficiente. Pasan casi sin solución de continuidad de la inmovilidad a estar de pie y corriendo. No se les está dando la oportunidad de moverse libremente por el suelo, están o en cochecitos, andadores, o brazos. Esto puede provocar o acarrear un montón de disfunciones.
El primer nivel de organización cerebral del movimiento consiste en mover los miembros del cuerpo por separado. Esto lo hacen los bebés ya desde la cuna. Es un nivel organizativo muy primario al que sigue otra fase que es el arrastre. En este nivel, los niños se impulsan con uno o ambos brazos y con una o ambas piernas para desplazarse. Periodo de arrastre que culmina con el arrastre en patrón cruzado (brazo derecho sincronizado con pierna izquierda y al revés), momento en el que empiezan a establecerse conexiones a través del cuerpo calloso cerebral (la estructura que posibilita la coordinación entre los dos hemisferios cerebrales) para que pueda aparecer el gateo, que es el siguiente nivel de organización motora
(Trabajar incorrectamente un sistema que no está maduro en muchos casos provoca deformidades en la columna como la escoliosis.)
Texto extraído de la revista Maestra Infantil. Año 2009.
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