El juego simbólico

Dentro del proceso de desarrollo del niño, el juego simbólico cobra una importancia determinante en el mismo y constituye uno de los pilares fundamentales en su evolución cognitiva.

En este tipo de juego, el niño evoca situaciones reales y las representa de manera ficticia, así podemos observar como el niño recrea situaciones en las que conduce un coche imaginario, da de comer a sus muñecas, cura las heridas de su peluche, etc.

La aparición de estas primeras conductas en el juego suelen darse entre los 18 y los 24 meses de edad, una vez que han dejado atrás sus primeras manifestaciones emocionales, motrices y sensoriales que constituyen el primer contacto con el entorno que les rodea. En estos primeros momentos, el niño manifiesta necesidades comunicativas y empieza a imitar acciones y situaciones cotidianas que le afectan y que de alguna manera le han impresionado, en un principio sin ayuda de elementos externos, imita el sueño, el momento de la comida, el baño, etc. y posteriormente los traslada a objetos como muñecas y peluches, para finalizar esta etapa identificándose a sí mismo con aquello que representa, como por ejemplo caminar gateando imitando a un perrito.

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En estas situaciones que el niño crea hasta aproximadamente los 3 años de vida, todavía no se hace presente en el juego la parte imaginativa, simplemente son situaciones en las que se reproducen acciones ya observadas. Es a partir de los 3 años cuando la imaginación del niño entra a formar parte activa del juego, aportando todo su potencial para crear escenas cada vez más complejas que irán compartiendo con el resto de niños, repartiéndose diferentes roles entre todos ellos para conformar situaciones lúdicas más completas, por ejemplo recreando una escena familiar en la que unos hacen de papá y mamá y otros hacen de hijos.

A través del juego simbólico, el niño empieza a discriminar los elementos reales de su significado, separando el objeto real del objeto como concepto y las diferencias entre objetos del mismo tipo. Esta separación se realiza con la ayuda de un objeto sustituto que evoca al objeto real que representa, por ejemplo representando una botella de plástico como si fuera un cohete espacial. A medida que el juego simbólico evoluciona y se hace más complejo, se podrá prescindir de estos objetos sustitutos y empezar a pensar en elementos reales sin necesidad de verlos, ya que tendrá la capacidad suficiente para elaborar una imagen mental de los mismos.

Otro aspecto en el que el juego simbólico cobra mucha importancia es en el desarrollo del lenguaje, ya que en el transcurso del juego se hace necesario nombrar los objetos y comunicarse con el resto de participantes. También supone para el niño un aprendizaje activo del entorno, ya que el juego implica un contacto y una experimentación continua con las cosas que lo rodean. Para finalizar, podemos destacar que el juego simbólico estimula el desarrollo de otras funciones intelectuales como la memoria, la atención, la creatividad y la comunicación.

En resumen, el juego simbólico representa una etapa primordial en el desarrollo cognitivo del niño que le permite comprender el significado de las ideas a través de manifestaciones imaginarias.

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